Pese a estar reconocida por la OMS desde 1992, la mayoría de pacientes tardan años en obtener un diagnóstico /Muchos dejan de trabajar al no reconocérseles la baja médica o la incapacidad
La pulsera de actividad que lleva María José le indica que ha dormido dos horas y media. Pero eso ella ya lo sabe. El dolor que la incapacita tampoco la deja descansar más. Desde hace seis años está diagnosticada con una fibromialgia aguda que trata con opiáceos y actualmente con parches de morfina. Hay días que ni aún así puede funcionar y tiene que acudir a Urgencias para calmar los picos de dolor más agudos a base de pinchazos.
Nueve años atrás, su vida era totalmente distinta. Con una carrera comercial muy activa, se recorría la provincia de Alicante haciendo hasta 200 kilómetros diarios en coche. Todo cambió tras una mala racha en la carretera. «En cuestión de tres meses un coche me empotró por detrás y un camión al que se le soltó una rueda acabó chocando conmigo. A partir de ahí empecé a notar molestias y dolores pero no le di más importancia», explica.
A las radiografías siguieron las resonancias y un diagnóstico de fibromialgia al descarte, enfermedad que su médico de cabecera negaba que existiera. «En parte de aquí vino también la depresión. Al final, empiezas a dudar de ti misma, no descansas, llegas a pensar que a lo mejor está en tu cabeza, que te lo estás inventando…». Pese a ello, al cambiar de médico, fue remitida a la unidad especializada del Hospital de San Vicente del Raspeig donde le dieron un diagnóstico definitivo y un tratamiento crónico, condicionado por su alergia a determinados medicamentos.
En todo este tiempo -entre altas y bajas médicas- María José ha trabajado solo un año. Y aquí se abre otro de los bucles en los que le ha hecho entrar la enfermedad. A pesar de los informes médicos que avalan su diagnóstico y remarcan que las medicinas que necesita tomar la inhabilitan para conducir, las evaluaciones del Centro de Atención e Información del Instituto Nacional de la Seguridad Social (CAISS) acaban declarándola apta para trabajar. «Es una paradoja porque los propios médicos del CAISS me abrieron en dos ocasiones el expediente de incapacidad sin que yo lo solicitara. Sin embargo, quien firma dice que estoy muy bien. Lo cuento en el hospital y en el centro de salud y se hacen cruces».
Ante esta situación, María José se ha dejado en varias ocasiones la medicación para poder coger el coche y seguir trabajando, aunque las consecuencias son peores. «Acabo en Urgencias para que me pinchen algo y a la segunda vez me dicen (con razón):mira, no vuelvas, tómate tu medicación porque para eso la tienes y es crónica». Cansada de todo esto, ha decidido dejar de conducir aunque tenga el alta médica y se plantea renunciar a su carrera profesional.
UN CASO QUE SE REPITE
El caso de esta mujer no es único, sino que reproduce un patrón que afecta a muchas personas con fibromialgia (sobre todo a muchas mujeres, entre quienes tiene mayor incidencia). Así lo asegura Harmonie Botella, presidenta de la Asociación Nacional de Fibromialgia ‘Fibro Protesta Ya’. «Muchos pacientes se enfrentan a años de peregrinaje hasta conseguir un diagnóstico. Solicitar la incapacidad ya es una historia mucho más complicada, que solo se consigue con peritos e informes médicos muy bien documentados, y ni aún así soluciona nada en muchas ocasiones. La única solución que queda a estos enfermos es volver a trabajar y arriesgarse a morir por el camino o dejar de trabajar y quedarse en casa sin nada».
Botella explica que los enfermos de fibromialgia quieren conseguir una visibilidad tanto a nivel social como médico. Desde la asociación organizamos mesas informativas y enviamos trípticos a toda España para que tanto los sanitarios como los enfermos y no enfermos conozcan la enfermedad». En marzo, anuncian un congreso en Alicante con especialistas que aboradarán cuál es la situación actual de la enfermedad y explicarán los nuevos avances.
«Estamos en contacto con la Universidad San Vicente Martir de Valencia o con la Universidad de Navarra, que hace años que investigan. Es un camino largo y los científicos encuentran muchos obstáculos, dependen mucho de las aportaciones económicas, de las becas… Y después, hay que tener en cuenta que en estos momentos no existe ninguna terapia ni medicamento. Pueden pasar años hasta que se produzcan hallazgos pero ese es el camino».
En este sentido, apunta que las personas con fibromialgia diagnosticada están tomando «lo que buenamente nos dan los médicos», aunque muchas veces se sienten conejillos de indias. «Yo estoy tomando opiáceos y una medicina para la epilepsia que no tengo, hay otras personas que toman medicamentos para la diabetes sin padecerla, relajantes musculares…pero no hay nada específico por el momento».
También lamenta que muchos médicos no están al tanto de esta enfermedades o de otras como la encefalomielitis miálgica (conocida también como fatiga crónica. «Nos tendrían que pautar los neurólogos pero la mayoría ni han oído hablar de esas enfermedades o no han recibido cursos para actualizarse. Por ello, depende de la buena voluntad de cada profesional», apunta.
Según Harmonie Botella, una de las cosas que más veces se les repite a un paciente con fibromialgia es que se ha inventado la enfermedad. «Escuchas de todo: que es psicológico, que tienes un trauma y lo estás somatizando. Yo tuve la suerte de que mi médico conocía la enfermedad y me creyó. Pero antes, otros facultativos me habían dicho que mis dolores se debían a que estaba nerviosa, a que tenía demasiado trabajo…La verdad es que no me atrevía a ir a más médicos o especialistas».