La OMS no reconoce la SQM como enfermedad; sí Japón, Alemania o Austria | Se calcula que unas 350.000 personas sufren intolerancia a agentes químicos | Actualmente se comercializan más de 100.000 productos químicos en la UE
Como esos pájaros a los que se enviaba al interior de las minas de carbón para comprobar si había gas grisú. De esa manera se ven los afectados de la sensibilidad química múltiple (SQM), trastorno provocado por la pérdida progresiva de tolerancia a agentes químicos tan diversos y comunes como productos de limpieza, colonias, disolventes, diversos alimentos, medicamentos y radiaciones electromagnéticas, entre otros. “Somos como esos centinelas de la mina, alertando a la sociedad de la presencia de miles de contaminantes por todos lados y los riesgos que para la salud conllevan. Muchos ciudadanos no lo sienten… aún, pero algún día su cuerpo puede reaccionar”, explica Pilar Muñoz-Calero, presidenta de la Fundación Alborada, que ofrece la única clínica existente en España para tratar de manera integral la SQM y otras enfermedades a las que se relaciona con la polución ambiental como la fibromialgia, el síndrome de fatiga crónica (SFC) o las intolerancias alimentarias.
Aunque no hay cifras oficiales ?la SQM no está reconocida oficialmente como enfermedad por la OMS. aunque sí en países como Alemania, Austria o Japón?, el doctor Joaquim Fernández-Solà ?médico consultor de medicina interna del hospital Clínic de Barcelona y autor junto al doctor Santiago Nogué, jefe de sección de la unidad de toxicología clínica del hospital Clínic, del libro Sensibilidad química y ambiental múltiple. Sobrevivir en un entorno tóxico (Oxigen Viena Ediciones)? apunta a que hasta un 15 por ciento de la población general presenta mecanismos de respuesta excesiva frente a algunos estímulos ambientales. Y en un 5% esas alteraciones devienen en una patología con distintos grados de gravedad. En números, unas 350.000 personas.
Pilar, pediatra de 55 años, es también una enferma. “Yo llevaba una vida normal, como la de la mayoría de los españoles, trabajaba, viajaba, salía, comía de todo, fumaba… Hasta que un día, hace quince años, empezaron los síntomas: cansancio, dolor de piernas, molestias en las rodillas, en la espalda, contracturas musculares, problemas digestivos…”. Y empezó el vía crucis de un médico a otro, de una especialidad a otra, con parada en psiquiatría, por supuesto… Pero Pilar no mejoraba. Al contrario, empeoraba, y mucho. “Hace cuatro años estaba casi muerta”, recuerda, como también rememora este horrible año que pasó encerrada en su casa, con las ventanas precintadas, sin poder incluso ver a sus hijos.
Pero ahora lleva “una vida casi normal”, asegura tras haberse sometido a tratamiento, el mismo que ella lleva a cabo en la fundación, ubicada en un finca situada a unos 40 kilómetros de Madrid, en un entorno limpio para los enfermos de la SQM. Cualquiera que vaya allí que se abstenga de utilizar maquillaje, cremas con olores, perfumes, lociones, desodorante, suavizantes y detergentes que emanen olores.
Estos mismos requisitos se solicitaron hace algo más de un mes para asistir al V Congreso Internacional de Medicina Ambiental, celebrado en el Colegio de Médicos de Madrid, en el que Pilar se centró en hablar de prevención, más que en recordar que esta es, hoy en día, una enfermedad sin curación.
“Evidentemente que no se cura, pero tampoco la diabetes y no por eso la gente deja de llevar una vida normal”, insiste. Eso sí, para ello, tuvo que eliminar de su cuerpo todos esos tóxicos acumulados en los tejidos grasos, recuperar fuerzas y, desde entonces, llevar una vida lo más libre posible de químicos tóxicos.
Algo en absoluto fácil si tenemos en cuenta, tal como recordaron los expertos en este congreso, que desde 1965 se han creado cuatro millones de compuestos químicos de los que más de 100.000 se producen y comercializan actualmente, como los pesticidas organofosforados y organoclorados, carbamatos, disolventes orgánicos, mercurio, pesticidas piretroides y otros químicos habituales en el aire, el agua, los alimentos o la ropa. ¿Cómo librarse de esos contaminantes? Lo primero, eliminando todos los productos de limpieza ?tanto para la casa como para la ropa? , que son muchos, y sustituirlos por bicarbonato, vinagre y limón. Fuera las cremas de cuerpo y cara ?a cambio, aceite de oliva?, champús y suavizantes ?salvo aquellos libres de productos químicos? y, sobre todo, consumir alimentos ecológicos. El móvil, apagado, y la ropa, mejor de algodón. El suelo de madera es preferible a la moqueta y si hay alfombras, que sean de lino orgánico. Y olvídese de materiales como el aglomerado o DM porque contienen formaldehido para los muebles… “O eso o di adiós a la salud”, señala Muñoz-Calero