Ayudar, dar y escuchar llena de significado la propia vida

Robert Roche, doctor en Psicología, especialista en psicoterapia de la pareja y prosocialidad

El poder de dar

Ayudar, dar, compartir, consolar, escuchar profundamente y ser empático, valorar al otro, solidarizarse… beneficia psíquica y físicamente al que recibe y al que da. Roche lleva 25 años investigando y aplicando la prosocialidad, ha participado en más de quince proyectos europeos; actualmente, en uno para disminuir el fracaso escolar. Formó a los primeros formadores sobre educación ética prosocial en el nuevo régimen de Eslovenia y Chequia. Su programa Young prosocial animation pretende equipar emocionalmente a 40 grupos de jóvenes marginados en diversos países. Ha publicado más de quince libros; los últimos: La comunicación para parejas inteligentes y Prosocialidad: nuevos desafíos.

Tengo 69 años. Nací en la provincia de Barcelona y vivo en el campo. Casado desde hace 46 años, 7 hijos, uno discapacitado, y 10 nietos. Soy profesor de Psicología en la UAB. Creo en el consenso. Los políticos no deberían basar su triunfo en machacar al adversario. Soy cristiano

Ha investigado con más de 2.000 parejas…

Sí, y he observado que esperar demasiado de la comunicación crea problemas en la pareja.

Creía que era por la falta de ella.

La comunicación, si no es de calidad, crea perturbaciones y ruido. Puedes estar diciendo una cosa con tus palabras y otra con los gestos, la mirada y la actitud.

La actitud dice más que las palabras.

Y de forma inconsciente. En las relaciones de pareja debe haber un equilibrio pas-pro.

¿Qué es eso?

Un equilibrio entre amor pasional y amor prosocial, que es aquel que se interesa en primer lugar por el otro, que da todo el espacio al otro, que descentra el propio yo, que no parte de sus intereses, sino que trata de escuchar a fondo al otro. A partir de ahí vendrá un enriquecimiento para el yo y también para el tú.

Hay que ser maduro y generoso para eso.

Sin este tipo de amor, la pareja se ahoga en los sentimientos centrados en el yo. Quien invierte en el otro construye y mantiene la pareja.

Pero la pasión es la chispa.

El amor pasional es un amor gratuito, ¡fantástico!, un regalo que no tiene coste.

Te llega de repente, sí.

El amor prosocial tiene un coste, requiere esfuerzo, es altruista, procura más funcionalidad y apoyo al otro, pero dota a ambas personas de la pareja de un gran significado de autenticidad. La comunicación prosocial es la que acepta totalmente al otro.

¿Y se aprende?

Yo, a mis estudiantes les hago practicar ayuda, escucha, consuelo, crear empatía, valorar al otro, ser solidario. Y tienen que practicarlo con un adversario o alguien antipático. Plantean una acción y comprueban qué pasa al llevarla a cabo.

¿Qué pasa?

Las ventajas de la prosocialidad previenen la violencia, mejoran el clima grupal e interpersonal, el tono vital del que da, la salud mental del autor y del receptor de la acción.

De acuerdo, amor prosocial. ¿Y cuando desaparece la pasión?

El amor prosocial es un gran nutridor de la pasión, porque si tu pareja te dedica tiempo, esfuerzo e ilusión, tu pasión renace.

Entonces, ¿por qué todas las parejas andan a la greña?

Se tiene que aceptar que hay desacuerdos y aprender a manejarlos, debatirlos con calidad comunicativa; centrar la atención en conseguir una auténtica relación.

Eso no implica estar de acuerdo.

Pero sí tener como objetivo un encuentro entre el yo y el tú, y sobre la base de la comprensión mutua, tomar las opciones más adecuadas, ponernos de acuerdo sobre nuestros valores y establecer reglas de conducta para seguirlos.

Entonces, hay que ser inteligente.

Pues sí, pero no estamos hablando de coeficiente intelectual, sino de las múltiples inteligencias que nos llevan a conseguir un buen equilibrio pas-pro.

Entendido.

Hay que perseguir una igualitaria participación en la toma de decisiones. Una comunicación de calidad, explicitar las expectativas, y un respeto y autonomía en el crecimiento personal de cada uno.

Usted aplica la prosocialidad en países en conflicto, niños de la calle, escuelas.

Sí, con resultados excelentes. La prosocialidad estimula la creatividad y la iniciativa, se puede desarrollar en todo momento y aplicar a cualquier situación y persona.

Se trata de hacer algo por alguien.

Sí, favorecer el altruismo. Hay que enseñar los comportamientos del dar y mostrar los beneficios. La empatía es algo que tenemos naturalmente, pero la hemos cubierto de polvo, capas y capas de cultura, costumbres y maneras de tratarse. La prosocialidad se debe enseñar y entrenar para no olvidarla.

Nos han enseñado a procurar por nosotros mismos.

De la psicología americana nos ha llegado la asertividad, es decir: mantener mis derechos sin hacer daño al otro; pero la perspectiva prosocial da un paso más allá. Dice: yo voy a empezar por el otro, voy a interesarme por el otro. Vaciarse para acoger al otro.

¿Tiene recompensa?

Gracias a la acción prosocial, las emociones negativas mejoran, y la salud. Ponerse en el lugar del otro calma la tendencia irascible y resuelve rencores y envidias. Cada uno de nosotros tenemos la posibilidad de ser más conscientes de lo que nuestros actos y palabras producen en los demás.

Esa consciencia es poder.

Aumente sus actos de ayuda, de dar, de escucha, de ser empático con el otro, de valorarle, y verá como sentirá un significado en su vida y mejorará su autoestima.

La respuesta no es siempre positiva.

Ponerse en la piel del otro enriquece mi capacidad mental, me abre al mundo. Si yo envío un mensaje con sinceridad, en el 70% de los casos mi acción incide y es multiplicadora, porque si alguien tiene un gesto bueno y sincero contigo, tu actitud y las decisiones que tomes en ese momento cambian. Esa acción produce una cadena de acciones.

Eso no se puede medir.

Sabemos que un puñetazo en un grupo aumenta las posibilidades de que haya otro: lo mismo sucede con las acciones prosociales.

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