Hace una década Pablo González (Oviedo, 1975) aprendió algo que a muchos les cuesta casi toda la vida entender: que vivir es lo primero, y luego está la carrera o el trabajo. El nuevo director de la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya (OBC) aprendió la lección después de que le diagnosticaran, con 23 años, el síndrome de fatiga crónica, del que afirma estar plenamente curado. “Si no fuera así no podría llevar la vida que ahora llevo”, señala recordando cuán equivocada era antes su visión de la vida. “Cuando estaba enfermo tenía la energía de un anciano y eso te da perspectiva de lo que significa tener salud”, afirma. Se refugió en filosofías orientales y en su amor por la poesía. Y tras cinco años apartado del mundo de la música reapareció en 2005 dirigiendo la Orquesta Ciudad de Almería. Al año siguiente ganó el concurso de directores de la Orquestra de Cadaqués y el 24 de septiembre inaugurará su primera temporada como titular de la OBC con un concierto con obras de Debussy, Shostakóvich y el estreno de otra de Ramón Humet.
Pregunta. Se le ve ilusionado.
Respuesta. Es mi carácter. Me ilusiona estar al frente de la OBC. Es mi primera orquesta como director titular. Y es un buen momento para mí, me siento preparado para afrontar el reto.
P. Reto alude a empeño difícil, a desafío.
R. Sé que mis antecesores han tenido problemas, unos con los músicos de la orquesta y otros con la dirección general, pero yo me siento a gusto. Nadie es tan tonto como para querer que las cosas vayan mal desde el principio. Lo que pase ya se verá, aunque los problemas entre un director titular y su orquesta son inevitables. Les ha pasado a los grandes, a Karajan, a Abbado y ahora a Simon Rattle con la Filarmónica de Berlín. La posición de líder desgasta. Basta con ver a los políticos.
P. Cuando en marzo pasado presentó la programación de la nueva temporada que empieza en septiembre sorprendió al decir que estaba con un subidón. ¿Todavía le dura?
R. Era el momento de tomar conciencia de una nueva etapa. Ahora ya lo he asumido. Ya estoy aquí. Busco casa. Estoy instalándome. Más que subidón, ahora estoy cada día más inmerso en la realidad de la orquesta.
P. Y, ¿qué realidad se ha encontrado?
R. De momento lo que me esperaba, que es muy diferente de lo que mucha gente me decía: verás lo que te vas a encontrar; a ver cómo te reciben; al principio va a ser muy difícil. De momento noto una bonita sensación de respeto, de dejar espacio, de buena voluntad por todas partes. Yo acabo de llegar, pero cada músico tiene su propia historia de la orquesta. Y tendré que tratar todas esas realidades. De momento no pienso preocuparme antes de tiempo.
P. ¿Qué objetivos se ha marcado como titular de la OBC?
R. Primero dar más participación a los músicos, que puedan colaborar, sugerir cosas, que se les escuche. En lo musical, quiero que los solistas de la orquesta tengan presencia en algunos conciertos de la temporada; diversificar la programación, no tener solo esos 31 programas, ¡que son una barbaridad!, que se ofrecen, al uso, en conciertos los viernes, sábado, domingo. Quiero hacer también otro tipo de proyectos.
P. ¿Qué proyectos?
R. Por qué no llevar la OBC a tocar en una cárcel o dividir la orquesta en pequeños grupos y poder hacer algún tipo de actividad social que involucre a la orquesta. Que sea visible algo que debe ser una realidad, que la orquesta es de Barcelona y de Cataluña. Me parece interesante abrir una ventana a ese tipo de público. Estamos ya pensando en ello. También me gustaría dar oportunidad a jóvenes artistas o buscar conciertos en los que combinar obras sinfónicas con otras camerísticas con una orquesta reducida, incluso grupos muy pequeños o un solo músico tocando en un programa sinfónico. ¿Por qué no? Un único sonido para luego contrastarlo con la orquesta. Son ideas que tengo en mente, que hay que probar y quiero contar con los músicos para llevarlos a cabo. Debe ser algo que les ilusione, que no lo hagan porque deben hacerlo.
P. ¿Piensa que el concierto tradicional está cambiando?
R. No iría tan lejos como para decir que buscamos una manera diferente de programar. Más que cambiar o revolucionar los habituales conciertos de los fines de semana en el Auditori, donde tenemos un público muy fiel, lo importante es buscar otros tipos de conciertos que puedan acercar a nuevo público.
P. ¿Como cuáles?
R. Muchas orquestas de muy alto nivel hacen uno o dos conciertos por temporada al aire libre. ¿Por qué no hacerlo con la OBC? Entiendo que para un músico de la orquesta y también para mí no es un ideal. Como artista no te sientes igual de realizado tocando en un parque, en una carpa o en un auditorio. Pero puede haber gente que ese día en el parque se sienta cautivada por una música a la que de otra manera no se hubiera acercado y a lo mejor así, poco a poco, podemos ampliar el público.
P. Comentó en la presentación de la temporada que en la OBC las individualidades eran mejor que el conjunto, ¿Tiene ya un plan para hacer equipo?
R. Lo tengo y no lo tengo. Un buen equipo se hace diariamente trabajando. En fútbol puedes cambiar a un jugador de puesto. En una orquesta las jerarquías están establecidas. Hay tutti y solistas. Cada uno tiene su lugar. Mi estrategia es construir en los ensayos un ambiente artístico lo más satisfactorio posible para que cada uno dé lo mejor de sí mismo porque quiera darlo. Sin imponer. Si trabajamos cada vez mejor, hacemos mejores conciertos y se crea un buen diálogo artístico, la orquesta crecerá porque serán los propios músicos los que lo quieran. Que considere que el nivel individual es superior al del conjunto es positivo para realizar ese trabajo.