Tengo 74 años: escapé de los nazis de Eslovaquia a Israel. Hablar eslovaco, húngaro, alemán, hebreo e inglés me ayuda a mantener el cerebro en forma: o lo usas o lo pierdes, y si lo usas más, tienes más. Fui diputado, pero no sé votar lo que no creo, por eso volví a investigar
En el ejército israelí estudié las reacciones de los soldados ante el miedo y el estrés.
¿Y qué descubrió?
Algunas cosas, pero después de 50 años investigando el estrés y el sistema inmunológico; la esperanza y el deterioro cognitivo en la Universidad Hebrea, Stanford, Berkeley, la Rockefeller y el National Health Institute de EE. UU.
Pues cuénteme…
Somos primates…
¡Qué me va a contar!
Y por eso nuestro sistema fisiológico está adaptado a miles de años en la selva. Allí las situaciones de estrés eran cortas e intensas.
O corres o te come el león.
Como un susto tremendo, pero corto. Y por eso ese estrés repentino de corta duración fortalece nuestro sistema inmunológico.
Si sobrevives al león.
… En cambio, el estrés moderno: ese que produce quedarse en paro o – peor aún-tener miedo a quedarse en paro o un jefe insoportable o la pareja mal avenida…
Angustia tenue, difusa e inacabable.
Es peor que el encuentro con el león porque no estamos preparados para él y, al contrario que el otro, deprime nuestro sistema inmunológico. De ahí que esas situaciones acaben a menudo por propiciar enfermedades crónicas o hasta un cáncer.
¿Cómo paliar ese estrés de cada día?
Estamos preparados para afrontar tragedias instantáneas pero no largos e interminables culebrones. Así que rompa la tensión cotidiana. Búsquese un momento sólo para usted: sin móvil, sin e-mails, sin obligaciones…
¿Un año sabático? ¿Una semanita?
Es suficiente con quince minutos cada día. Yo paseo cada mañana solo por las montañas de Haifa mirando el mar un cuartito de hora. Y luego vuelvo nuevo a trabajar.
¿Cómo trataban ustedes a los soldados con estrés postraumático?
Hay que actuar de inmediato: sacar al afectado del servicio y aislarlo para que se desahogue largo y tendido: llorar, expresarse…
¿Fuerzan un desahogo inmediato?
Sí, por eso es mejor aislarlo, para que no se contenga ni reprima por vergüenza ante sus compañeros, pero después de ese desahogo lo devolvíamos inmediatamente a su unidad, a su vida normal, sin dejar que se considerara a sí mismo enfermo. Creo que ese patrón sirve en la vida civil.
¿Y qué aprendió de la esperanza?
Su relación con la negación de la evidencia.
No sé si la veo.
Un fumador inteligente, por ejemplo, es demasiado listo como para negar la evidencia de que el tabaco le perjudica, así que negará de forma indirecta: dirá que sí va a dejarlo “pero no ahora”.
¿Todos los adictos niegan así?
También creen que las consecuencias de la adicción afectarán a todos los demás adictos menos – y no querrán profundizar en el porqué-a ellos mismos. Así utilizan la capacidad de nuestro cerebro de saber y no saber al mismo tiempo. A menudo, a esa capacidad la denominamos esperanza.
¿. ..?
Lo observará no sólo con los adictos: también muchos enfermos terminales tienen el suficiente miedo para investigar lo que les pasa, pero sólo hasta cierto punto. A partir de ese cierto punto, el enfermo no quiere saber más. Niega la evidencia para dejar algún hueco a la esperanza.
¿Verdad a medias duele la mitad?
Y es más cómoda. Mantener la lucidez es un ejercicio tan duro como mantener la línea y no es una frase: la forma mental se mantiene exactamente igual que la física.
¿Sudando?
Sí, luchando contra la rutina producto de nuestro innato sentido del mínimo esfuerzo: desafiando la comodidad, el inmovilismo, la pereza mental, la aversión al cambio.
Por ejemplo.
Los occidentales acostumbramos a idealizar una vida en la que puedas vivir cerca de donde has nacido y si puede ser en la misma empresa siempre…
El ideal de ser funcionario del catastro.
Y nuestro cerebro para mantenerse en forma necesita justo lo contrario: desafío, reto, exigencia, cambio, movilidad.
Casi la mitad de los españoles vive en la misma ciudad donde nació.
Pues mal: no hay mejor estimulante mental que el cambio de trabajo, de ambiciones, de ciudad, de idioma, de cultura, de país.
El destierro es una maldición bíblica.
Pero muy saludable para el cerebro y para las sociedades que se renuevan con el estímulo mental de los recién llegados.
¿Es una aseveración científica?
Demostrable. Desde 1983 podemos observar cómo determinadas áreas neuronales se iluminan en pantalla al activarse.
¿Y eso qué probaría?
Demostré que era porque recibían más oxígeno, luego revivían, se rejuvenecían, creaban nuevos circuitos… Si no usas esos circuitos y activas nuevos, pierdes neuronas igual que si no usas músculo lo pierdes.
“Use it or lose it” (úsalo o piérdelo)
Por eso me especialicé en diseñar programas para ejercitar el cerebro.
¿El ajedrez o los videojuegos sirven?
Sólo para jugar al ajedrez o al videojuego: los ejercicios mentales para ser efectivos deben ser personales y modificarse continuamente para obligar al cerebro a adaptarse: ahí está el ejercicio: siempre en lo que más esfuerzo nos cuesta.
Bendito esfuerzo
Del mismo modo que unas escaleras camino de casa le harán la puñeta, pero también un favor a su corazón y piernas; un cambio de trabajo, de ciudad, de lengua, de cultura beneficiará a su cerebro. Lo prescribe el doctor Breznitz, quien elogia el estímulo que para todo país significa la mezcla de identidades. Revela así cuánto de pereza mental – fatal para nuestras neuronas-,por mucho que se enmascare como apego al terruño o amor a la patria, hay en ese ideal tan comodón de no tener que cambiar nunca de casa, empleo, colegio, idioma ni línea de autobús. Por eso, sus ejercicios mentales son tan estimulantes, desafiantes e imprevisibles como una exigente vuelta al día en ochenta mundos.