Vidas podridas de guerra (Afganistán y las víctimas de guerra)

Identidad

– Yo no me enteré de nada, cayó en mi casa un misil de los soldados de Dostum y no me desperté hasta unos meses más tarde con medio cuerpo quemado.
– ¿Tu padre y tu hermano también fueron víctimas del misil?
– No. A mi hermano le dispararon en plena calle y murió en el acto. A causa de esto mi padre fue enloqueciendo poco a poco, casi sin darnos cuenta. Hasta que quedó completamente inútil para trabajar.
– ¿Cuándo tuviste que dejar de ser mujer, Malalai, y pasaste a ser hombre, Sumarai?
– Primero tuve que sobrevivir a mis quemaduras en un hospital en el que no había nada, como todos los de Afganistán. Tenía medio cuerpo quemado. Pero al salir del hospital el panorama familiar era desastroso, ya que no había hombres para tirar adelante con la familia. En mi país en ese momento sólo los hombres podían trabajar. Así que tuve que coger la ropa y el nombre de mi hermano, simular que era Malalai la que había muerto y Sumarai quien había quedado vivo. Desde entonces a ojos de mis vecinos y conocidos soy Sumarai y no Malalai.

(Nota: Malalai, nombre ficticio para preservar su identidad, actualmente vive en España)

Patrimonio

Naciste
Muerta
Arrastrando
La muerte toda tu vida

En la ciudad afgana de Herat, cercana a Irán, se está construyendo el “Museo de la Yihad”. Es un homenaje a las “gestas heroicas” de los guerreros musulmanes que se alzaron en armas y bajo la consigna de yihad, primero contra los gobernantes prosoviéticos afganos y después contra las tropas de la URSS que invadieron el país en los años 70.

El edificio es similar a una mezquita con cúpula, de estructura circular, forrada exteriormente de azulejos con suras del Corán. Sus jardines exteriores están repletos de chatarra bélica. En el interior, decenas de obras de arte de todo tipo de formato, instalaciones, fotografías o maquetas humanas que homenajean losyihadistas. Relieves de cobre, vitrinas con centenares de fotos personales de estos personajes y pinturas pseudorealistas. Todos ellos son sobradamente conocidos por los afganos y las afganas. Se conoce especialmente a Ismail Khan, gobernante de Herat. Pero también a Massud, a Dostum, a Sayyaf, a Qanuni… Todos ellos son, hoy en día, “héroes nacionales” que ni la comunidad internacional se atreve a discutir.

La joya del museo es la reproducción totalmente kitsch, a lo largo de dos pisos en forma de espiral, de figuras de yeso en tamaño casi real y reproducciones en relieve de paisajes de las batallas y hazañas bélicas con todo tipo de detalle de sangre y muerte.

Tuve la suerte de ir, rodeado de vehículos armandos, con el director del museo a un local a las afueras de Herat. Allí estuvimos hablando con una asamblea de unos 20 hombres. A juzgar por sus palabras, todos ellos eran tan inofensivos como un rebaño de corderos. Juzgados por sus actos, todos los corderos de la reunión tenían las manos manchadas de sangre: todos ellos, incluido el director del museo, habían sido yihadistas.

Víctimas

“Nuestra familia es hazara y a pesar de no tener ningún problema con nuestros vecinos de otras etnias, hemos sido perseguidos por todo tipo de milicias. Las de etnia pastún, como los talibanes o las del señor de la guerra Sayyaf cuando atacó Kabul en 1992, porque nosotros somos musulmanes shiíes y ellos son suníes. En este mismo año también nos atacaron milicias de tayikos pero ellos sólo se dedicaron a destruir. Los pastunes en cambio querían eliminar a las personas y a toda una generación, por eso ataban directamente a los niños”

“Era el año 1992. Una mañana tranquila nos pusimos a cocinar fuera de casa. Pero la tranquilidad acabó y cayó una lluvia de misiles. Nos refugiamos en el subterráneo de nuestra casa. Los pastunes entraron en el subterráneo y presencié como mataban a varios de mis familiares: mi hijo, mi padre, mi cuñado, mi sobrino. Recuerdo que mi nieto se puso a llorar, y sin otra razón lo mataron gritándole: tú eres hazara, no eres musulmán. Además querían destrozar la reputación de las mujeres y las violaban o les cortaban los pechos. Nuestro barrio fue también atacado ya que había sido construido por los comunistas y los pastunes decían que querían barrios puramente musulmanes”.

“Lo más triste es que estos mismos asesinos están actualmente en el poder, roban todo el dinero de las ayudas internacionales y nosotros continuamos igual de pobres.”

Guerra

La vida pasa
Por un momento
Despiadada
Gente de existencia suicidada

Afganistán es un país podrido de guerra, de guerras, de muchas guerras a las que sólo los criminales están escapando. Unos asesinos que colocan en los museos y se veneran en los días nacionales. Unos criminales a los que se les da responsabilidades políticas, desde los ministerios a los gobiernos regionales, y que se reparten el control de provincias enteras o el suculento botín de las ayudas internacionales. Unos criminales perfectamente documentados por organizaciones de derechos humanos: desde las calamidades de los soviéticos en los años 80 jugando al siniestro ajedrez de la guerra fría, pasando por las masacres y la violencia social de los talibanes, o por las víctimas “colaterales” de las invasiones americanas.

Pero especialmente Afganistán es un país podrido por los “señores de la guerra” de los años 90, que al igual que los talibanes malversaron las palabras de la religión (Dios o Guerra Santa) para justificar su orgía de sangre o violaciones. Estados Unidos, en plena guerra fría contra la URSS, alimentó en Afganistán a esta clase guerrera para que resistiera tenazmente la invasión soviética. Al caer los soviéticos, los señores de la guerra ya no interesaban y cayeron en una guerra interna sin cuartel entre ellos mismos, y la mayor víctima fue la sociedad civil afgana. Las calles de Kabul aún tienen las cicatrices de centenares de casas destruidas.

Después del 11 de septiembre del 2001 Estados Unidos no quería manchar de sangre sus tropas y contó de nuevo con ellos para hacer caer a los talibanes. Los señores de la guerra, como compensación, se repartieron el poder controlando provincias enteras, ministerios, el parlamento, etc. Ni los “Acuerdos de Bonn” auspiciados por las Naciones Unidas y que marcaban el plan de transición del país, ni las condiciones de la ayuda internacional ayudaban demasiado a arrinconar a los criminales. Bajo el lema de “no interferir en asuntos internos” se suponía que la clase que tomaba el poder tenía algo que ver con la sociedad afgana. Sólo un departamento de Naciones Unidas dedicado a la Justicia Transicional intenta inútilmente aunque imprescindiblemente implantar una paz con justicia. El “Plan de Justicia Transicional” fue aprobado totalmente por un parlamento que sabe de sobras que puede aprobar lo que quiera ya que el incumplimiento no comporta sanciones.

La historia evoluciona en una espiral peligrosa y cínica para las personas que fueron violadas, amputadas, que vieron como arrancaban la piel a tiras o los pechos a sus familiares. Ahora, además de soportar una espantosa pobreza, tienen que ver cómo esos criminales dirigen su país.

Criminales

Suave brisa
Penetra
En los agujeros de los cuerpos

Estoy en Shibergan, una pequeña localidad del norte de Afganistán y de las pocas con jardines cuidados y electricidad 24 horas al día. Las calles se han vestido de fiesta, las han regado, las han adornado con guirnaldas de luces y rosas de plástico, las han llenado de carritos con comida y dulces, de hombres que visten sus mejores turbantes y de mujeres que visten sus mejores velos blancos o azules. Hay radiocasetes por todas partes por los que suena música afgana, índia o uzbeca.

Hay hombres armados en cada esquina que no se pierden un detalle de todo lo que ocurre. La gente los observa con precaución. No tengo muy claro que sea alegría festiva lo que hay en sus caras. El campo de fútbol está a rebosar. Un grupo de música completamente masculino marca el baile de un público completamente masculino y completamente desmotivado, “animado” a palos por los soldados desplegados cerca del escenario. Y por un cantante que no para de gritar “Dostum, Dostum”, el gobernador provincial a quien se supone que se dedica esta fiesta, el rostro de cual luce en cada esquina.

Vidas podridas

“Mi marido tenía una tienda. Los soldados uzbecos de Dostum entraron y la destrozaron. Miraron los zapatos de mi marido, le dijeron que eran demasiado bonitos y le dispararon a los pies. Desde entonces está discapacitado. No tuvo ni puede tener tratamiento médico y desde entonces toma droga para aliviar el dolor.”

“Además en Sharkona, el barrio donde vivimos de Kabul, fue bombardeado por los soldados de Dostum. En nuestra casa cayó un misil y todos mis hijos quedaron afectados: el mayor tiene problemas mentales, otros dos hijos y una hija tienen problemas de desorientación y pérdida del sentido del gusto. Nuestra casa está destrozada desde entonces y por eso vinimos a vivir en casa de nuestros parientes.”

“El nuevo gobierno no ha hecho nada por nosotros ni por la gente que ha perdido las familias. Y casi todos ellos tienen poder y son los que nos han hundido las vidas, como por ejemplo Dostum. A pesar de ello estoy segura que no se hará nada contra ellos, no se les llevará a juicio, seguro que van a continuar en el poder.”

Justicia

Aún podemos sentir los niños
Muertos
Jugando
Ya viejos
Sobre la chatarra

Dostum, que actualmente gobierna algunas provincias del norte de Afganistán, está entre el grupo de “señores de la guerra” que mueven las esferas del poder en el país. La periodista Mónica Bernabé escribía en El Mundo (08-08-07): “Abdul Rashid Dostum bombardeó zonas residenciales de Kabul durante la guerra, y ahora es alto cargo del Ejército afgano. Ismail Khan obligaba a las mujeres a someterse a pruebas ginecológicas para comprobar su virginidad si eran vistas con un hombre que no pertenezca a su familia. Ahora Khan es ministro de Aguas y de Industria.”

Dostum, Sayyaf, Massud y muchos otros “señores de la guerra” están documentados y denunciados en el informe que Human Rights Watch (HRW) realizó en el 2005: “Manos manchadas de sangre. Atrocidades del pasado en Kabul y la impunidad legal en Afganistán.” En concreto se comenta de Dostum y de la facción armada que dirigía, el Junbish, que “están implicados en numerosos asesinatos, pillajes y saqueos. Muchos de estos abusos fueron serias violaciones al Derecho Humanitario Internacional.” Así, por ejemplo, la violación de mujeres con tortura y asesinato fue usada como arma de guerra al igual que en Bosnia-Hercegovina. En este informe un hombre fue testigo del asesinato de un inocente a manos de las fuerzas del Junbish. Cuando les preguntó el testigo si habían asesinado a su amigo le contestaron: “¡Que pregunta! ¿Puede quedar vivo un panshir (habitantes del valle del Panshir) cuando está encarcelado con nosotros o cuando está bajo nuestro control?”

El mismo año de la aparición del informe de HRW se presentaba un “Plan de Justicia Transicional” aprobado por el gobierno afgano y con el asesoramiento de las Naciones Unidas (UNAMA) La Justicia Transicional es un proceso para resolver los problemas derivados de los abusos a gran escala con actividades que tratan estos problemas integralmente: curando las heridas sociales producidas por las violaciones de derechos humanos, llevando los culpables a procesos de justicia y fortaleciendo el estado de derecho para impedir la impunidad y restituir la justicia. Este plan, aparentemente, no dejaba impunes los crímenes cometidos por los señores de la guerra.

El gobierno afgano presidido por Hamid Karzai firma todos los tratados internacionales que le llegan a sus manos como estrategia para mejorar su visibilidad internacional. Luego no se cumplen y punto. Esto, por ejemplo, incluye la aprobación de la CEDAW la “Convención por la eliminación contra toda forma de discriminación a las mujeres”. El plan de “Paz, reconciliación y justicia en Afganistán” del 2005 es complejo e incluye acciones para fijar la memoria del sufrimiento, o para crear instituciones que fomenten le reconstrucción nacional. Una de estas acciones, la tercera, cita claramente una serie de acciones para la “búsqueda de la verdad” a través de la documentación de los hechos, la realización procesos consultivos, conferencias etc.

Tras el informe de Human Rights Watch, y tal vez temiendo sus consecuencias, la Asamblea Nacional aprobó una nueva ley (una joya del cinismo legal), la “Carta de Reconciliación Nacional”, que borraba de un plumazo el Plan de Justicia Transicional. En el punto 3 de este texto deja clara que “Malintencionados informes de Human Rights Watch sobre los líderes Yihadis y sobre personalidades nacionales del país tienen intenciones sospechosas…”

En este texto también se menciona que esta Reconciliación Nacional se crea: “En base al Islam, y a los hechos del Profeta del Islam, que después de conquistar la Meca perdonó todas las personas que lucharon contra el Islam y los musulmanes.” Se protege bajo mención divina a los criminales recientes del país, o sea gran parte de los que detentan el poder. Los hechos denunciados por HRW en este texto se defienden de esta manera: “(…) la Yihad, la resistencia y todas las luchas legítimas de nuestro pueblo para defender la religión y las grandes luces de la historia de nuestro país como parte del orgullo nacional de nuestro pueblo. Han de ser respetados, y los campeones de este camino tienen que ser honrados en el marco del sistema de la República Islámica de Afganistán, tienen que ser tratados adecuadamente y deben ser inmunes a todo tipo de ataques.”

A pesar de los valorables esfuerzos de la Afghan Independent Human Rights Commission, de UNAMA (Naciones Unidas) y de la sociedad civil afgana para implantar la transición con justicia, la acción internacional actualmente continúa siendo una vergüenza. La no-intervención internacional en los asuntos internos solo protege a los criminales y enmudece las víctimas.

La víctimas, mudas, cojas, sordas, psicológicamente destrozadas, las que nunca buscaron otra cosa que tener una vida normal, una vida mínimamente decente, miran el Afganistán actual viendo que nada ocurre y seguras de que nada ocurrirá. Seguras de que tendrán que seguir lamiéndose las heridas mientras los canallas se reparten el “botín de paz”.

Víctimas

“Cuando los talibanes entraron en Mazar fueron a por los pueblos hazara como el nuestro, porque nosotros somos shíies y ellos, pastunes, son sunnies. Durante tres días estuvieron asesinando a gente. El primer día asesinaron a mi marido frente a mí. Luego asesinaron a mi hermano que estaba trabajando en el campo. Luego tomaron a dos hombres de mi familia, los ataron espalda a espalda y los llevaron al aeropuerto donde los asesinaron con otros hombres del pueblo. Conozco un caso al que dejaron la cabeza del padre asesinado frente a su casa y que mataron a los hermanos arrancándoles la piel.”

“Tuvimos los muertos varios días en nuestras casas y al final tuvimos que enterrarlos en las propias casas porque los talibanes no nos dejaban salir, y además casi no quedaban hombres en la familia que nos ayudaran a trasladar los cuerpos muertos.”

Los talibanes no se escapan a la siniestra galería de salvajes. Ni siquiera los soviéticos… Aunque estos junto con algunos yihadis (como Gulbudin Hekmatyar) que no entraron el la lista de beneficiarios después del 11 de setiembre, se han convertido en los únicos demonios legales de un país en el que la lista de atrocidades es interminable.

Homenaje

Contemplo asqueado el “Museo de la Yihad”, el panteón del crimen construido sobre la sangre de miles de personas que nunca buscaron otra cosa que vivir dignamente. Y ahora, en el momento de la “democratización y el reconocimiento internacional”, no serán ni siquiera recompensados, ni morirán dignamente. Una de tantas vergüenzas históricas de las que todos y todas somos un poco responsables.

El cinismo histórico hace que uno de las actividades del plan de “Paz, Reconciliación y Justicia en Afganistán” prevea un museo de conmemoración a las víctimas. De momento sólo el museo de conmemoración a los verdugos avanza a base del olvido, el expolio y la sinvergüenza.

El Inconformista Digital

Barcelona, 23 Mayo 2009.

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