En el 14 de enero de 2011, una revuelta popular de 23 días hizo derribar una dictadura de 23 años. La revolución fue encabezada por los pobres, cansados de un injusto y corrupto régimen que a ojos internacionales era visto como el núcleo de estabilidad y paz del mundo árabe. En la revuelta participaron también mujeres, muchas mujeres. Pero, el suicidio “a lo bonzo” del vendedor de frutas Mohammed Bouzazi de Sidi Bouzid y las posteriores revueltas en regiones deprimidas como Kasserine o Gafsa (o en Redayef en 2008) corren hoy el riesgo de quedar olvidadas en una transición en la que ya casi no se habla de los pobres.
Rafika, una chica joven de Sers, en la gobernación de Kef, me escribía en 1999: “Te hablaré de mi vida. He quedado sola en casa, justo cuando llega el invierno, ya que mis dos hermanos se han casado. Tendré que ocuparme yo sola de la casa: de hacer y cocinar la comida, de preparar el pan de tavona, de lavar la vajilla, la casa y sobre todo de ocuparme de las vacas. A pesar del cansancio me siento fuerte porque me gusta trabajar para levantar la familia.” Sers es un pueblo rural del noroeste del país, una de las zonas pobres y olvidadas por las políticas de desarrollo de Ben Alí que priorizaba la zona costera oeste, y una parte del norte. Ella era una chica con fuerte iniciativa, que luchaba como podía para hacer rentable la producción lechera de las dos vacas que le habían otorgado un pequeño crédito. Pero la falta de un contexto de desarrollo no le permitía hacer milagros.
Era también independiente y con una visión autónoma de las relaciones. “En relación a las bodas quiero que sepas que la mujer tunecina es libre de tal manera que es ella la única responsable de su vida, y ella sola toma la decisión de casarse; para nosotros el amor es lo más importante.” Pero Rafika vivía en una contradicción. Por un lado, las políticas diseñadas por Habib Bourguiga en 1957, cuando en la independencia creó la moderna República Tunecina, y continuadas por Ben Ali, defendían la emancipación y el empoderamiento de las mujeres -Rafika era fruto de este empoderamiento- pero en la práctica estas leyes no redefinían la cultura patriarcal existente. Tanto ella, como gran parte de mujeres tunecinas estaban mentalmente liberadas pero en un contexto conservador. Así, Rafika vivía una historia de amor imaginada, con un chico andaluz que había conocido en un campo de voluntariado entre españoles y tunecinos. “Yo quiero un hombre que trabaje como yo. Yo busco un amor como Fernando, porque los hombres de aquí no buscan el amor. El hombre que busco no existe en Túnez, no busco un hombre tunecino porque no creen en el amor, en cambio los españoles sois muy fieles. Yo imagino mi vida con él aquí, en mi pueblo, en mi casa, con mis vacas.”
En la vida íntima de muchas mujeres tunecinas de zonas empobrecidas hay una tensión entre su voluntad de emancipación y una “huída mental”. Como consecuencia buscan estímulos externos a su entorno y a su país. En una ocasión la Rafika me escribió: “le he enseñado una foto tuya a Anissa, una amiga de Sers, y me ha pedido si puede ser amiga tuya y mantener correspondencia. Le he dado tu dirección.”
Al cabo de unos días a Anissa me escribió esta carta: “Querido, he terminado hace dos años mis estudios en economía internacional y todavía estoy en el paro en mi región. Me apasiona mantener amigos de diferentes nacionalidades para descubrir otras civilizaciones y discutir con personas de diferentes mentalidades. Quiero conocer personas de otros países a través de la correspondencia y transmitir nuestras ideas sobre el mundo, ya que no tengo oportunidad de viajar. Rafika me ha dicho que tú trabajas para ayudar a las regiones pobres de nuestro país y eso me parece increíble, ya que pienso hay demasiada gente que sólo piensa en destruir la humanidad. Esta vida está llena de contradicciones: amor y odio, paz y guerra, ricos y pobres, fuertes y débiles, y cada uno intenta resistirse como si viviéramos en una jungla donde dominan las leyes de los fuertes o los débiles.”
La microhistoria nos cuenta mucho sobre la macro-historia: las historias íntimas de las mujeres tunecinas de zonas empobrecidas nos explican cómo los procesos políticos y sociales impactan a la microhistoria. Las leyes progresistas en temas de género apoderaron las mujeres de Túnez, y esto se hacía patente en su participación en la vida pública. Pero también en el plano personal se producía un choque entre las mujeres, que mentalmente se habían emancipado, y los hombres, aferrados en su fortaleza patriarcal. El interés de Bourguiba y de Ben Alí era la oficialización del feminismo para tener las mujeres como aliadas, no el cambio estructural de la cultura patriarcal. En zonas rurales esta tensión era irresoluble.
Hablaba hace unos meses con varios blogueros y blogueras que habían participado de las revueltas en Túnez, y me decían que fue entonces cuando descubrieron la pobreza de su país. El gobierno de Ben Alí, cuánto más corrupto se volvía más enmascaraba esta situación. En su caída el panorama se ha vuelto abierto y complejo: la pobreza se ha hecho evidente aunque no sea claro que sea la beneficiaria última de la revolución. Las mujeres activistas no-oficiales (como las blogueras por ejemplo) se han hecho mucho más activas, pero los ultraconservadores religiosos (los salafistas) se están extendiendo sin control.
Barcelona, 15 Abril 2012.