“Mira fuera…
F-16 sonriendote…
APACHES bailando para ti…
ZANANA cantandote…
… porque les pedí a todos que expresaran su deseo de FELIZ AÑO NUEVO”
(sms mandado por Manal Awad desde Rafah, en Gaza, la noche de fin de año en medio de los bombardeos de las Fuerzas de Ocupación Israelíes con un balance en ese momento de 2.400 víctimas, 400 mortales)
– ¡Qué le vamos a hacer, esto es Gaza, así es nuestra vida!, me dijo Manal Awad, mi admiradísima amiga que vive en Rafah.
– Por supuesto que me preocupo, eres mi mejor amiga.
Al cabo de un rato, como si fuera ella la que debiera mandarme ánimos a mi, recibí este sms al móvil de un humor negro típicamente palestino. Una hora antes un mísil acertó muy cerca de su casa, y asomándose a las ventanas se dedicaron ella y sus hermanas a calcular que grado de posibilidad había de ser alcanzadas por la onda expansiva y convertirse en un “daño colateral”. Su vida en estos días es una vida bajo la guerra: las diez personas de su familia están encerradas sin salir en la habitación más oculta de su casa, abasteciéndose de lo que tienen almacenado. La calle es lugar de muerte posible, los almacenes están cerrados, el mercado negro está a precios prohibitivos, toda frontera está cerrada y la ayuda humanitaria hace meses que está bloqueada por Israel (“por razones de seguridad” supongo…). Y los túneles entre Gaza y Egipto, excavados como única vía para paliar castigo colectivo que desde hace meses Israel somete a Gaza con el bloqueo de todas las fronteras, han sido prácticamente destruidos… ¿Qué hacer? Nada. Esperar a no ser alcanzados por un mísil… probabilidad alta y esta nueva locura destructiva de Israel se supone que va dirigida a miembros del Hamás, pero en Palestina las personas no viven segregadas en barrios del Hamás o del Fatah o del Frente Popular, o…
“Esto es Gaza, así es nuestra vida”, un mensaje habitual de la gente de Gaza, tal vez interiorizado. Una cruel afirmación que debe imagino funcionar como mordaza moral a los ojos de aquellos israelíes que no sienten vergüenza ante las políticas criminales de su propio estado. “Así es nuestra vida”, una afirmación que sirve como amnesia ideológica a la patética comunidad internacional (empezando por nuestra clase política, continuando por la intelectual e incluso mediática) y quedarnos vergonzosamente pasivos, callados ante la última locura destructiva de Israel, una de las últimas locuras destructivas, una de las tantas y tantas locuras destructivas que tiene Israel en su curriculum como estado criminal… ya olvidadas hasta por las víctimas. Un silencio que nos hace vergonzosamente cómplices. Un silencio chantajeado hábilmente por una baraja de calculadísimas frases que siempre funcionan “apoyas el terrorismo”, “Israel tiene derecho a defenderse”, “eres un antisemita”, “eres un islamista”, “los palestinos quieren destruir Israel”… Y mientras tanto las víctimas, a centenares (a miles teniendo en cuenta que toda la población está bajo guerra) les importa un bledo a los ocupantes, nos importa un bledo a la comunidad internacional, y hasta les importa un bledo a la mayor parte de los estados árabes que sólo denuncian la causa palestina como una feria para evadir sus propias incapacidades sociopolíticas. Y mientras las víctimas pudriéndose de guerra. Pero “Esto es Gaza, así es nuestra vida”.
Así es la vida de mi amiga Manal de Rafah en Gaza, una vida podrida de guerra y en su caso, como mujer progresista que es, una vida tensa de presiones sociales en una sociedad conservadora. Pero Manal es una “afortunada” en esa cárcel política que es Gaza. Manal no tiene la mitad de la familia asesinada, ni la otra mitad raptada y metida en una cárcel por las Fuerzas de Ocupación Israelíes. Como la mayoría del más de un millón de “presuntos terroristas” que viven en Gaza (ya que el látigo israelí cae en todas las personas de Gaza). Por ejemplo los policías: al ser Gaza gobernada por el Hamás inmediatamente han sido las primeras víctimas civiles en una acción claramente calificable como terrorismo de estado por esa cobardía criminal en la que está sumida el estado de Israel. Manal tiene la suerte de no ser objetivo directo de esos crímenes, y “afortunadamente” solamente puede ser “daño colateral” de los mismos. Un riesgo alto el de ser “daño colateral”, a juzgar por la cantidad de veces que he hablado con ella tras presenciar un atentado israelí (los cínicamente llamados “asesinatos selectivos”). En concreto recuerdo una llamada suya justo después de haber asesinado delante un militante de la Yihad Islámica (y su chófer, claro…); los cristales de su casa se hicieron añicos, pero también fue destrozado un coche cercano donde fue asesinada una familia entera ilusionada por estrenar el coche nuevo que se habían comprado. Perdón, fueron “daño colateral”, no vaya a ser acusado de pro-palestino…
Así es la vida de Manal, una “afortunada” en Gaza. Ella ha podido salir alguna vez de Gaza gracias a la intercesión de ONG internacionales, cosa que la mayor parte de la población de Gaza no puede decir. Ha podido salir a Italia, España… ¡no a Palestina claro! ¡Por supuesto! Ella como el 100% de los “presuntos terroristas” palestinos, no pueden visitar su propio país desde hace décadas, ni Jerusalén, ni Nablus, ni Belén, ni… Israel les impone una férrea fortaleza, tanto de Gaza a Cisjordania como de Cisjordania a Gaza. Quién ha podido cruzar la frontera Norte, el llamado paso de Eretz, sabe que aquello es prácticamente una cárcel de alta seguridad, una frontera vergonzosa, humillante, propia del régimen más autoritario y fascista (como el muro del apartheid, por cierto…). Manal, la afortunada Manal, que sueña con visitar la ciudad vieja de Jerusalén o Hebrón, o comer un knafee en Nablus, sabe que nunca le será permitido. Eso sí, ella es una afortunada y alguna vez podrá soñar con pasearse por las calles de Toledo o de Roma. Ese secuestro de la mitad de un país, ese obligado exilio parece que a la “ejemplar” comunidad internacional no nos escandalice mucho, de hecho deber ser lo normal ya que “así es la vida en Gaza”.
Manal tuvo “suerte” de no morir aplastada por su propia casa. Una suerte que también tuvo su tía de 70 años, que si no fuera por la ayuda de sus vecinos no hubiera podido trepar la valla que la separaba y su cuerpo estaría bajo las ruinas de su casa. Su casa, que fue demolida por Israel, “por razones de seguridad”. De hecho era la tercera casa de Manal demolida por Israel en su obsesivo uso de la destrucción y el crimen como forma de exterminar cualquier expresión contraria a “su seguridad”. Manal vivía en una casa a 500 metros de la frontera con Egipto, cosa considerada peligrosa para la seguridad de Israel y su plan fue la destrucción sistemática de casas particulares palestinas de Rafah en una la operación poéticamente llamada “Arco Iris”. El objetivo era la eliminación física de la presencia palestina en la zona fronteriza para crear un área “clareada”. En muchos casos sin previo aviso, como en la familia de Manal. Lo perdieron todo y ella recuerda con lágrimas perder un mueble fabricado por ella donde iban guardando todos los recuerdos familiares. Una memoria perdida, destruida (como Israel viene haciendo desde 1948, la destrucción sistemática de la memoria histórica palestina).
Pero esta operación, y tantas y tantas escenas de crímenes de estado en Gaza son olvidadas, incluso muchas ni fueron condenadas (¿alguien recuerda ya la escena de la niña llorando desesperadamente en la playa con su familia muerta por un mísil israelí, por ejemplo? ¿o el infierno de la vida de los habitantes cercanos a una colonia israelí de Al Mawasy?). Como parece que no va a ser enérgicamente condenada esta nueva locura criminal de este estado “democrático”. “Esta es su vida”, la de la gente de Gaza así lo asumimos. Y como comunidad internacional nuestro papel es sólo la vergüenza y la complicidad, ante unos hechos que si no los vemos es porque no queremos verlos.