HERMANA CARMEL, MONJA CARMELITA DESCALZA, BELENISTA
Tengo la sensación de viajar mucho, sin apenas moverme.
Hace unos años fui el monasterio de las Carmelitas Descalzas de Mataró para visitar a la hermana Carmel Montcerdà Bas, una monja que modela figuras de belén de barro. Inicié con ella una larga amistad personal, y descubrí su gran apertura mental que apostaba por el diálogo entre religiones, y su sedienta curiosidad por el conocimiento de las culturas, muy alejada de la percepción popular que visibiliza las monjas de clausura como inaccesibles. Su misticismo la aproximaba a las emotivas poesías de San Juan de la Cruz o de Santa Teresa de Jesús, místicos que orientan la vida de las Carmelitas. Y descubrí como su creación artesana de figuras de belén (que había aprendido del religioso mallorquín Antoni Fontanet) puede estar en conexión con esta cosmovisión y es vivido por ella como una actividad espiritual. La misma actitud que tiene con su otra expresión artística, la de tocar la cítara.
¿Qué practico cada día? Lo más sencillo del mundo. Cocinar, adornar el altar y la iglesia, tocar la cítara, trabajar el barro, cantar la liturgia, convivir con las hermanas. Como diría Santa Teresa todo esto va iluminando las estancias interiores, y se trata de ir abriendo puertas, porque los límites se los pone uno mismo
La hermana Carmel hace figuras de barro, una a una, sin pintar, directamente salidas de la tierra. Inventa nuevas figuras, ya que la suya es una creación libre, según lo que siente interiormente mientras modela escuchando música: José y María pueden estar abrazado, los reyes pueden ser reinas, los pastores pueden rezar agachados como lo hacen los musulmanes (mientras modela escucha música sufí) o incorpora nuevas figures en el mundo de los belenes como las prostitutas.
“El belén es la expresión de mi espiritualidad. Yo soy un trozo de barro en las manos de Dios. En el arte de modelar quisiera dejar hacer más a Dios, no ser yo la protagonista. Cuando estoy trabajando con el barro paso muchas horas en silencio. No es un silencio vacío. Es oración, forma parte del silencio que en vuelta la Palabra en la Liturgia, laudes, vísperas, las completas…
El barro es muy frágil y cuando he terminado una figura enseguida se puede romper, debe cocerse inmediatamente a 1.000 grados. Cocer el barro es como vivir en comunidad, un proceso lento de buena relación entre nosotros y de equilibrio diario: a 700 grados la figura ya empieza a cocerse por dentro, y hay un momento en que la figura y la llama son uno… Después se necesitan 8 horas más para enfriarla. Es un proceso lento. También nuestro canto, y la oración, se nutren de la Palabra de Dios que lo tienes que retener y te llena, debes meditar y asimilar, no tiene consistencia rezar mecánicamente. Estamos en la esfera de la belleza, que no tiene un por qué material.
Actualmente las figuras me salen medio sentadas y serenas. El camino interior es esto: cuando uno es joven, hace y hace sin parar, pero hacia los 50 años, todo camina hacia una actividad más serena. También me gusta la gente sencilla, campesina, que he visto en Mallorca donde he nacido y me pasé 20 años haciendo excursiones. Gente de la tierra con sabiduría, con un saber esperar, y callar… Trabajar el barro es tocar la tierra, la realidad, embarrarse.
He incorporado nuevas figuras en el belén. Por ejemplo, una prostituta, que es una figura evangélica cercana a Jesús. Cuando vas por la carretera y las ves no te dejan indiferente, a nadie dejan indiferentes las prostitutas. Me dan mucho respeto, son personas con sentimientos muy fuertes. Nos fijamos en el exterior de las personas, pero si traspasas la apariencia externa, todos somos muy similares, podemos encontrarnos unidos en unos mismos valores humanos, cada uno quiere su vida, y ama su cultura, su religiosidad… Dejemos que cada uno lo viva a su manera.”
Me gusta pensar en mí Mallorca, en las cuevas de Artà. Millones de años, gota a gota de forma continuada, se acaban formando columnas inmensas, impresionantes de estalactitas y estalagmitas.
El Carmelo nació en el siglo XII en las montañas palestinas del Karmel vinculado a los movimientos eremíticos que habían surgido en Oriente Próximo. Pero en el siglo XVI en Ávila, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz le dieron una nueva dimensión: la renuncia no es física, sino que se centra en la contemplación de Dios, viviendo la experiencia de Dios en la tierra, en la fraternidad y en la pobreza como expresión de la renuncia. En el siglo XX, sin embargo, el Carmel pedía una renovación y con el Concilio Vaticano II (1962-1965), y entró en un nuevo camino consagrando la vida a la reflexión y al estudio, a la formación permanente, a las reuniones comunitarias compartiendo una manera de abrir horizontes. Un cambio que no todos los Caramelos asumieron, pero el de Mataró sí.
“Me fui del monasterio mallorquín de Binissalem, donde había entrado en 1974, porque allí no lo vivía de esta manera. Debe existir coherencia entre lo que lees y lo que vives … Al venir aquí, vi que existía una libertad de pensar, un comportamiento sociable normal. Yo quiero un Carmelo de puertas abiertas. Estar atenta en el ahora y en el hoy, no ser arrastrada por costumbres o por el “siempre se ha hecho así”.
Me gusta la repetición, ya que es una forma de llamar a la puerta de la sabiduría y esperar el momento que se te abra.
“Yo creo figuras mientras escucho música, que me abre canales interiores para modelar. Me gusta la música sufí tocada con flauta turca: un tubo hueco que según como dejes pasar el aire suena de una manera u otra. Para mí es un vacío que hace una resonancia interna con la que me encuentro muy identificada. Así es la oración: vaciarse, hacer silencio prestando atención en el interior. Y esperar.
Necesitamos escuchar otras culturas, mezclarnos: las religiones nos pueden separar, pero la experiencia religiosa puede unirnos. Me siento cerca a la experiencia espiritual de la chica india que canta música sufí del artículo que escribiste para el Dialogal, Ragini Rainu. Los músicos indios tienen un maestro en su vida, entran en su casa y están con el él toda la vida. Yo también tengo por maestro Jesús, ha entregado su vida por mí, para que yo me pueda acercar. Me dice: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.”
Todo lo que vemos es la primera capa. Pero la persona es la misma en todo el mundo. No podemos mirar el color, la cultura, las costumbres. El cambio vendrá para ir profundizando en la conciencia de saber quiénes somos. Todo es una continuidad, un ciclo, una circunferencia donde el principio y el final se encuentran en el mismo punto.”
Publicado en catalán en Dialogal, 2011