Temiendo el miedo

A veces el miedo se convierte en una guía para nuestras acciones. Apoyamos comportamientos y situaciones en nuestras vidas porque tememos las consecuencias. A veces el miedo nos deslumbra y nos quedamos en situaciones que nos perjudican, sólo porque no podemos vernos fuera de estas situaciones. Algunos de nosotros, nos vemos pequeños. Algunos de nosotros estamos acostumbrados a agachar la cabeza y vernos débiles.

Lo peor llega cuando la gente de nuestro entorno, debido a la indulgencia que mostramos hacia su actitud, se sienten fuertes y que les debemos juramento de lealtad . Una vez conocí a una persona así, que nuestra relación se basaba principalmente en lo que él ganaba de mí. Durante mucho tiempo, quizás por la diferencia de nuestra edad, pero también por el carácter “fuerte” de esta persona, me encontré en una situación donde hice cosas en contra de mi voluntad. Cosas que me hicieron sentir vergüenza y culpa. Sin embargo, no pude reaccionar, pensaba que era demasiado joven y incapaz para ir contra de sus deseos. Día tras día, la culpa y la vergüenza crecieron, y cada vez me cerraba más. Sin darme cuenta, de un día para otro, mi cuerpo empezó a reaccionar por sí solo, a lo que yo era incapaz de tratar. Lentamente comencé a aislarme. No hablaba más, ni con mis amigos ni con mis padres. No hablaba, no lloraba, no sonreía, no me enojaba, no me reía y no tenía esperanza.

No puedo contaros más detalles, no recuerdo nada de lo que pasó durante estos años. Mi memoria eligió borrarlo todo. Principalmente los momentos que viví con esta persona. Sólo recuerdo cuando llegó ese día cuando tuve que ir al hospital. Recuerdo llorar todo el camino hacía el hospital porque estaba empezando a ver la salida de lo que me estaba pasando. También recuerdo el día en que decidí hablar de mi relación con este hombre con otras personas. Recuerdo que la gente mostró más comprensión de lo que esperaba y mucho más de lo que me mostré a mí misma. También recuerdo cuando decidí decir no a las exigencias de esta persona.

Recuerdo lo mucho que le había asustado a el, recuerdo lo asustada que estaba yo misma, pero sobre todo recuerdo lo fuerte que me sentí después.

Lo más importante, había empezado a darme cuenta de que mi vida no comenzó y no iba a terminar con esta relación. Había empezado a darme cuenta de que NADIE en el mundo jamás me puede obligar a hacer algo en contra de mi voluntad, y que si yo no me defiendo, mi organismo siempre encontrará una manera de rebelarse!

Marilena

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