Es difícil pedir ayuda. Piensas que nadie puede ayudarte, que nadie puede comprenderte. Es una batalla que sabes muy bien que es solamente tuya, que nadie más puede encajar en ella. Los ves a todos como enemigos. Evitas reuniones familiares y amigos porque todos mirarán tu plato, todos te dirán lo obvio: “Come algo, te has vuelto tan flaca”. Estás a punto de odiar a todas las personas, tal como te odias a ti misma. Todo el mundo tiene algo fastidioso para decirte, algo que te hará pensar en ello durante muchos días. Suficiente tienes que luchar con tus propios pensamientos, no necesitas los consejos del resto del mundo.
Estás sola, muy sola, no hay nadie…
¿Pero de verdad no hay nadie?
También hay una persona en tu vida que te quiere mucho. Hay una persona en tu vida que te mira en silencio marchitarse, autodestruirse. Es una persona que nunca te ha juzgado por lo que estás haciendo, lo que dices, lo que piensas, lo que comes. Sin embargo, esta persona siempre está ahí para ti, preparada para abrazarte, preparada para darte la mano que necesitas para sacarte del fango. Hay una persona que su silencio te hace no verla.
Pero esta persona existe y puedes confiar en ella y al final de esta colina mirarás hacia atrás y te darás cuenta que aún estás vivo y saludable gracias al silencio y el amor de esta persona…