Hace unos días, hablé con una tía mía que vive fuera y tiene dos hijas. Dos hijas hermosas, brillantes y muy talentosas. La mayor comenzó este año a estudiar medicina en una de las mejores universidades del mundo. Siempre ha sido muy exigente consigo misma y muy buena estudiante. Ella siempre me recordaba a mí misma: perfeccionista, llena de energía y de curiosidad. Siempre intentando a satisfacer la insatisfacción pensando que lo hacía para agradar a los demás cuando en realidad esta insatisfacción venía de mi interior.
Cuando le pregunté a mi tía cómo estaba el resto de la familia, sabiendo mi pasado, ella me dijo que su hija desde hace un tiempo está luchando contra la anorexia. Me dijo que cada vez que intenta hablar con ella de este tema, la pequeña se va diciendo que tiene el control y que no lo perderá. Que ella sabe muy bien lo que le está sucediendo y que la situación no puede escapar de sus manos.
Sentí un sudor frío. Pude reconocer la preocupación en la voz de mi tía. Sabía que ella estaba esperando a que le diera una solución, sabía que estaba esperando que le diera “el medicamento”. Desafortunadamente no tengo la receta mágica, nadie la tiene.
El carcoma de anorexia es exactamente eso. La sensación de que tú tienes el control es lo que finalmente te controla y te aprisiona en la telaraña de la anorexia. Es un hilo muy fino. La sensación de control es tan adictiva y al mismo tiempo tan difícil de liberarse de él…
Me gustaría que mi propia lucha contra la anorexia fuera suficiente para todos los que están luchando contra ella. Desafortunadamente, sin embargo, todos llevamos nuestra mochila y tenemos que aprender cuales son nuestros límites.
Lo que puedo hacer es deciros con certeza que a veces vale la pena dejarnos llevar por nuestras pasiones. Lo que sí puedo hacer, es describiros lo fuerte que me siento ahora y lo hermosa que es la vida cuando nos liberamos de nuestros temores.
Marilena