Hija, hermana, esposa y madre. Y todo tiene que ser perfecto. Un modelo de hija, una alumna excelente, la mejor empleada, hermosa y querida por los hombres, la mejor amiga. Humilde pero también exigente, fuerte pero también sensible, romántica pero también pragmática, consistente pero también atrevida, seria pero también impulsiva. Podría continuar y llenar una página entera con los papeles que me han asignado desde el día en que nací. Tantos papeles representados por la misma persona, y todos exigentes y extremos. Roles que requieren un control total de lo que estás haciendo y de lo que dices, para que no te alejes de lo está comúnmente aceptado.
Viniendo de una sociedad muy cerrada, en la que cada uno vive su vida a través de la vida de su vecino. De una sociedad en la que todos están oprimidos para que puedan complacer a la opinión pública, de una sociedad en la que te siguen las frases: “es una vergüenza” y “¿qué pensará la gente”? De una sociedad que nos enseña cómo ser iluminados por la gente, y nuestro valor como seres humanos esta juzgado sólo a través de los ojos de los demás.
Pero…
¿Qué pasa si de repente dejamos de esperar el reconocimiento de la gente? ¿Qué pasa cuando un día de despiertas, te pones de pie por ti misma y dejas de dar importancia a las personas que te hacen sentir mal por lo que eres? ¿Qué pasa si te despiertas una mañana y empiezas a sonreír por lo que tienes dentro de ti? ¿Qué pasa cuando un día aceptas tus imperfecciones y en vez de luchar contra ellas las abrazas? ¿Qué pasa si empiezas a enfrentarlas con humor?
Luego ya no estarás preocupada por lo que la gente piensa de ti, ya no tendrás miedo de perder el control, luego ya serás tú la que ilumina tu misma pero también todo el mundo!
Marilena