Desde el Domingo de Ramos, según la ortodoxia, comienza la Semana Santa. La semana de la Pasión. Cuando era pequeña, el Domingo de Ramos era uno de mis días favoritos. Recuerdo que el día anterior, “el sábado de Lázaro”, acompañaba a mi abuela a la iglesia. Solíamos recoger hojas de laurel como todas las mujeres del pueblo para llevarlas a la iglesia.
Aquel año sería muy diferente. No estaba en el pueblo. El Domingo de Ramos sería el comienzo de Mi semana de Pasión.
Me quedaría seis días en la clínica…
Me desperté muy temprano por la mañana, mi hermano y mi hermana estaban durmiendo. Me vestí, me puse mi falda favorita. Me encontraba muy débil. Mis padres me esperaban en la cocina, bajé de mi habitación y entramos todos en el coche sin decir nada. Yo estaba sentada en el asiento detrás. Recuerdo que había sacado la cara por la ventanilla del coche, no quería ver las caras de mis padres, ni cruzarme con su mirada. Mi mamá fue la primera de hablar, ella me preguntó si estaba bien. Mi padre siguió: “Espero que este sea el último y difícil camino por el que
pasemos y que esta aventura finalmente llegue a su fin, después de esta semana”. Sentí las lágrimas rodando por mis mejillas. No podía ver ninguna luz en el túnel. Tenía miedo, había leído muchas historias sobre cómo las personas se ingresan a los hospitales psiquiátricos y salen tres veces peor. Confiaba en mi médico, pero no podia ver cómo su química podía detener mi mente, cambiar el camino de mis pensamientos y, sobre todo, no podía entender cómo haría que mi corazón dejara de llorar. De repente me sentí sola. Llena de remordimiento por todo lo que había traído a mi familia, quería despertarme diferente después de esta Semana de la Pasión.
A las nueve de la mañana llegamos a la clínica. El médico aún no había llegado. Nos mandaron a mi habitación. Me puse mis pijamas y me senté en la cama esperando a su llegada. No estaba hablando, estaba mirando alrededor e intentando adivinar qué sucedería. El doctor vino y le pidió a mis padres que salieran de la habitación. Me dejó tumbarme. “Puede que te despiertes muy mareada”, dijo. “Todo saldrá bien, tienes que intentar a relajarte y descansar, vas a dormir muchas horas”.
Un borrón oscurece esta semana…
Debo decir que no salí de la clínica como una nueva persona. Mi mente no dejó de funcionar y no comencé a comer de un día para otro. Esa semana en la clínica, me ayudó a entender un poco más mis límites, pero la Semana de la Pasión para mi duró más de una semana, duró algunos años. Al final se trataba de esto…no se trataba de la comida o la medicación, se trataba de aceptar la forma en que funciona mi mente, comprender mis límites y finalmente aprender de decir “¡Basta ya!”…
Marilena