PERMISO PARA RESPETARME

 

Hoy quiero pedir permiso a las muchas personas que me trajeron hasta aquí. Hasta ahora. El espacio y el instante en el que soy casi yo. Siempre es y será casi. Porque aquí y ahora soy yo la que me doy permiso. Para respetarme. Para amarme. Para confiar. Para creer en mí. Para crear una auténtica versión de mí. Y especialmente, para tener miedo. Para llorar. Para gritar. Para enfadarme. Para sentir. Para estar. Para Ser.

 

Quiero pedir permiso a mis padres, que me sobreprotegieron y me cobijaron en la extrafina burbuja de una bella e inocente infancia que el agudo y puntiagudo alfiler de la pubertad hizo saltar por los aires. Hoy sé que lo hicieron lo mejor que supieron y pudieron desde el amor más sincero.

 

Quiero pedir permiso a las y los adolescentes que atestaban las aulas del instituto con sus sonoras carcajadas cuando mi particular voz, complicada de entender, se alzaba humildemente por encima del resto, convirtiendo mi diferencia en el mayor de mis problemas. Hoy sé que se llama bullying, pero antes de nombre ya tenía significado. Y consecuencias: un miedo al rechazo que todavía, a veces, sigo llorando. Y superando.

 

Quiero pedir permiso a aquellas personas que me imitaron a lo largo de largos años por medio de la gracia que justificaba el fin de alcanzar su cima de gloria con el sudor de la burla. Y a aquellas que me rechazaron sin conocerme, sin escucharme, o más bien, después de oírme. Hoy sé que tejieron mi más refinado filtro para saber con quién no quiero compartir mis palabras.

 

Quiero pedir permiso a siete años de anorexia nerviosa. De sentirme diferente queriendo ser normal, sin saber que ser distinta, inadaptada y rara es lo que me hace ser yo. Y ser feliz. Hoy sé lo que es sufrir en carne propia, entonces poca carne pero siempre propia, una enfermedad de una sociedad enferma que nos recluta y nos encarcela en la jaula dorada del ego, la apariencia, los medios, el consumismo y la mentira.

 

Quiero pedirle permiso a mis amigas y amigos. Que solo estuvieron, que aún están y que seguirán estando. Por su ayuda, por sus críticas, por su apoyo, por sus desprecios, por permanecer, por abandonarme. Y por hacerse grandes. Conmigo. Hoy sé que, sin su compañía en mi camino, yo no podría caminar sola.

 

Quiero pedirle permiso a mis parejas. Por darme todo el amor que tenían. Ni menos. Ni más. Y por dejarme sola ante mis miedos. Hoy sé que crecí mucho entre las sábanas compartidas y aún más haciendo el amor con mi soledad.

 

Quiero pedirle permiso a la vida. Para reír hasta llenar de dolor mi estómago y el espejo de nuevas arrugas. Para llorar hasta deshacer mis pestañas y vaciar mis entrañas. Para ser fiel a mí misma. La que fui ayer. La que soy hoy. La que sea mañana. Hoy sé que todo estaba causalmente colocado en el lugar perfecto y en el momento oportuno. Y que así siga siendo.

 

Y con el permiso de ustedes, hoy perdono todo. A todas y a todos.

Y les doy las gracias por enseñarme tanto y por formar parte de mí. Hoy.

 

Ainara.

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