En aquella vida, paralelamente era popular en el instituto, los chicos querían salir conmigo, pero yo les decía que no, cosa que los enfadó y causó una revolución dónde los insultos y desprecios regnaban allí dónde fuera. Iba andando, no me quería dar cuenta que me estaba consumiendo. No tenía suficiente y necesitaba refugiarme, pensaba que la progenitora estaría allí, a mi lado, así que sin escucharme me fuí, sin ser consciente de que lo que me hacía daño a mí, a ella la hacía crecer, le daba más valor y grandeza para apoderarse de aquella joven. Y eso pasó, se aprovechó de la situación; de mi miedo a la oscuridad de estar sola en una casa toda la noche por recuerdos que inconscientemente llevaba dentro, del miedo a que mi madre me quería para un negocio que no le salió bien por “mi culpa” y de la poca comida que me daba para crecer en mí y hacer crecer esos miedos, ese odio hacia mi organismo, esa culpabilidad de vivir…
Necesitaba poder depositar ese amor incondicional que tenía, que no sabía de dónde venía pero tenía, y pensaba que si lo daba yo lo recibiría, pero la ley de la atracción funciona para bien cómo para mal.
Sí el “yogurín” del instituto se había fijado en mí, era increíble, estaba entre nubes saltando en el cielo porque era un sueño, no me había sentido nunca tan importante, y ella estaba allí siempre al acecho para alimentarse, y la dejé hacerlo. Aquella relación se basaba en control y desconfianza llegando al dolor físico, que yo vivía cómo “amor verdadero”, pero al mismo tiempo cuanto más control, ella más grande se hacía, yo más culpable me sentía y más confiaba en él y en ella a partes iguales, entre ellos dominaban mi mente y mi vida mientras yo dominaba a mi cuerpo el culpable de toda situación al cual tenía que arreglar, tenía que cambiarlo para que ese “amor” creciera y estuviera más y más cerca de mi sin ser consciente que volvíamos al bucle de aquella vida, la que yo no controlaba nada.
Cierro los ojos y veo a esa chica perdida, con una mirada que parecía que mirara pero podías ver a través de ellos una profundidad sin final, era hueco, mientras en aquella cabecita no paraban de unirse neuronas controlando e intentando salir de allí. Hasta en los reflejos podía ver aquellas ojeras con los ojos a dentro y un rostro pálido que era imposible disimular con maquillaje, pero lo intentaba y él me lo fomentaba sólo diciéndome lo guapa que estaba, yo quería estarlo más y para mí eso significaba un esfuerzo porque no tenía fuerzas pero debía estar perfecta, debía avergonzarme de mi porque era la culpable de que gente me mirara y lo hacía poner celoso y se enfadaba conmigo con algún que otro resultado físico cómo podría ser una rotura de un dedo de la mano, un esguince y hasta una rotura del pie, pero aquello era “amor” YO lo hacía enfadar, yo debía solucionarlo gustándole más, dejando de ser yo, haciendo lo que él necesitara o quisiera en aquel momento, dejando a mis compañeras y amigas ellas me hacían daño, ellas no comprendían ese amor. Me encontraba sola, pero era lo que estaba haciendo que hacía sentirme así, pero era lo que debía hacer por ese amor, porque yo no me lo merecía, debía ganármelo. Algo que me había hecho mil y una películas imaginándome que el amor siempre era así, cuanto más dolor más amor. Hasta que ese amor se convirtió en miedo, en miedo a la soledad, a no ser nadie sin él y sobre todo miedo a la culpabilidad a que le pasara algo por mi culpa, algo que él retenía con mucho poder. Ella se estaba saliendo con la suya ayudada por él, el yogurín.
A veces para no decir siempre, nos juntamos con personas que atraemos por lo que os animo a que os levantéis, pedid ayuda y sorprendentemente verás que hay gente a tu alrededor que querrá ayudarte pero otras personas pueden alimentarse de tu malestar, debes apartarte de ellas, CUIDATE!
Melodi Agustí