Son sólo cinco letras, tres sílabas, una palabra. Un suspiro de aire a penas… y todo cambia.
Pero qué difícil se nos hace a menudo pronunciarla. Por miedo, por vergüenza, por una falsa sensación de debilidad, y en tantas ocasiones por temor a molestar a nuestro entorno.
Cargamos con todo sobre nuestra espalda, que de soportar tanta presión acaba encogiendo el alma, y no sólo eso sino que pretendemos caminar de puntillas para no hacer ruido.
La estampa es cuanto menos alarmante, y obviamente cualquier persona que la vea puede estar tentada de ofrecernos ese descanso, ese soporte y ese acompañamiento que tanto necesitamos.
Pero, ¿qué hacer cuando nadie parece ver o sentir lo que necesitamos?
Entender que es nuestro turno de parar, descargar la mochila aunque sea por un instante, tratar a nuestra alma agotada con una dosis de cariño, y lo más importante: pedir ayuda, que es tan importante como saber darla.
Ayuda
1. f. Acción y efecto de ayudar.
Júlia