soledad y Soledad.

Cada vez que escribo estas líneas para vosotros, también lo hago para mí. Estos días he hecho un nuevo viaje retrospectivo hacia mi adolescencia antes de ponerme a escribir. Y quizá porque me he parado un poco más a sentir con la cabeza, con el estómago y con la piel, he llegado a revivir nítidamente aquella fuerte sensación que amanecía conmigo y que condicionaba cada día de aquellos años: la soledad.

 

Dice Jung y otros grandes sabios que la soledad es necesaria para entrar en uno mismo y conocerse. Para ver tu luz, pero sobre todo tu sombra. Para reconocer esta sombra, aceptarla y amarla también, dándole luz. Y estoy totalmente de acuerdo. Porque todos somos luz y sombra. También creo que quedarse solo, completa y voluntariamente solo, es de los actos más valientes que puede hacer el ser humano. Y de los más enriquecedores para crecer. Pero hoy que conozco ambas, puedo distinguir entre soledad y Soledad.

 

La soledad, con minúsculas, sin carácter ni nombre propio, es el abismo que yo misma construí cuando me sumergí en el profundo y oscuro océano de la anorexia. Y esa soledad me llevó a ver solo mi sombra, en la que me ahogaba lentamente, sin ver siquiera un atisbo de luz. Y hoy me hago una pregunta que quizá tú también puedas hacerte alguna vez: ¿Soy yo la que levanté los cimientos a mi alrededor para quedarme sola en mi burbuja o fue el resto del mundo el que me cerró la puerta al exterior dejándome aislada dentro? Y también hoy me respondo, con la perspectiva del tiempo y la experiencia de los años, y me reconozco como la perfecta arquitecta y constructora de mi realidad. Porque, una vez más, soy consciente de que nosotros, y solo nosotros, somos los únicos responsables del escenario de nuestra vida. Y no hablo de culpa. Hablo de responsabilidad. Recuerdo las constantes llamadas de amigas invitándome a salir de mi cascarón y las constantes negativas por mi parte. Recuerdo las excusas, los cuentos y las mentiras que contaba a mi familia para excluirme de cualquier plan. Especialmente si esto incluía una comida o una cena. Y es que, indudablemente, solo yo era responsable de mi soledad.

 

Ahora que pienso en esta soledad, me reafirmo en la idea de que esta enfermedad va de aislarse, de compadecerse, de verse diferente, de creerse incomprendida. Y sola. De tomar el papel de víctima por bandera para que ondee a la puerta de nuestro particular mundo. Un mundo en el que nadie más tiene cabida porque no estamos dispuestos a abrir el cerrojo desde dentro, aún sabiendo que las personas que nos rodean podrían tener la llave para sacarnos de allí. Observamos por una pequeña mirilla lo que hay fuera, desconfiamos de cualquiera que venga a desordenarnos nuestro enfermo orden mental y nos concentramos de nuevo en nuestro afán de ser perfectas, ejerciendo un control desmedido sobre un cuerpo que ya empieza a dar problemas. Porque esta enfermedad también va de eso, de controlar.

 

Y a diferencia de esta soledad, tan poderosamente dañina, está la que te acompañará siempre. Ella se llama Soledad. Con su orgullosa mayúscula, fuerte personalidad y nombre propio. Ella te hará creer, crear, crecer y reinventarte cuando convivas con ella. Porque no habrá nadie en el mundo que nos acompañe siempre excepto ella. Porque Soledad es nuestra y solo nuestra. Es ese tú que conoce tu luz y tu sombra y se enorgullece de ello. Es ese tú con el que disfrutarás tanto de la vida que no necesitarás nada más. Ese tú que se ha nutrido de tu experiencia, de tu renacer y de tu crecimiento y te convierte en tu mejor versión. Una versión realmente diferente de la que eres ahora. Porque sí, es cierto, eres diferente. Pero, sobre todo, eres única.

 

Y si eres única, si no hay nadie como tú en el mundo, ¿por qué te empeñas en negarle a ese mundo el conocerte, el ayudarte, el disfrutarte, el quererte y el enseñarte a amarte? Solo has de abrir la puerta para ver la luz y dejar que el huracán de la vida desordene tu existencia. Porque la vida va de eso, de existir y ser tú a plena luz del día y no solo (o sola) en la oscura noche de tus sombras.

 

Ainara

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