Mi lucha contra la anorexia y la bulimia, como he mencionado muchas veces, duró nueve años. En los últimos nueve años, teóricamente he roto los lazos y me he liberado de ellas.
Pero, ¿soy realmente libre?
En los últimos seis años he estado viviendo en el extranjero, lejos de mi familia. La distancia me ayudó a dejar atrás mi ser estigmatizado y he conseguido hacer un nuevo comienzo lejos de la sombra de la anorexia. Un par de veces al año, si no más, visito a mi familia y mi habitación de la adolescencia. La habitación donde derramé tantas lágrimas, donde pasé noches sin dormir luchando interminablemente con mi enfermedad y mi mente, donde solía correr cada vez que peleaba con mi mamá, donde mi calendario y secretos están escondidos. Donde podría ser yo misma, lejos de los ojos críticos de los familiares y mis amigos.
Cada vez que entro en esta habitación, miles de recuerdos cobran vida, recuerdos que no tengo miedo de enfrentar, son recuerdos que recurro a ellos con nostalgia, estos recuerdos son parte de lo que he llegado a ser hoy, son una parte de la fuerte Marilena con la que se encontraron los nuevos amigos y colegas, esta Marilena que no sufre de anorexia.
Pero, ¿Qué pasaría si la fuerte Marilena confiesa a sus nuevos amigos la aventura que ha vivido con anorexia? ¿Todavía la verán tan fuerte? ¿La tratarán como a una persona “normal” o mirarán su plato cada vez que salga a cenar como hacen sus viejos amigos?
¿La fuerte Marilena finalmente está libre de la sombra de la anorexia o sus nuevos y viejos amigos no la dejan liberarse de ella?
Marilena