Tengo un espejo frente a mí, que me impide ver lo que hay detrás de él, nunca he visto un mentiroso más grande, y lo peor, es que se parece mucho a mí…
Canción griega
Durante los años de anorexia, odiaba los espejos y las fotos. Solía sentir repugnancia. Cada vez que me miraba al espejo o en una fotografía inconscientemente, me decía que era fea, gorda, inútil. Obviamente, creía en cada palabra. Todo lo que hacia nunca fue suficiente. Estaba buscando la perfección en todos los niveles, sin saber cómo se ve o si existe. En el espejo solía ver solo mis imperfecciones y todo lo que quería cambiar de mí misma. Durante muchos años no podía mirar a los ojos de las otras personas, pero sobre todo no podía mirarme a mí misma.
Hace unas semanas, participé en un gran proyecto, una sesión de fotos para crear conciencia sobre los trastornos alimentarios. Diez mujeres que han luchado o continúan luchando contra los trastornos alimentarios participaron en este proyecto. Rodeada por nueve mujeres hermosas y valientes durante la sesión de fotos, un pensamiento me estaba torturando. “¿Cómo es posible que estas mujeres tan bellas y exitosas duden de su belleza, de sus habilidades, de sí mismas?
¿Cómo pueden no ver lo maravillosamente auténticas que son?” Cuando terminé la sesión de fotos, di un largo paseo. Me sentí muy ansiosa. Pensé que igual que yo veía y admiraba a estas chicas, tal vez ellas habrían pensado lo mismo de mí. Y luego sí, me di cuenta de que, de hecho, durante muchos años, tuve una imagen equivocada de mí misma.
La autoconciencia es un viaje que nunca termina. Se necesita mucho coraje para mirarnos a los ojos y reconocer nuestras imperfecciones, pero especialmente nuestras ventajas.
Vivimos en la era de la imagen. Muchas veces buscamos lo que vemos sin filtrarlo. Da igual si es un cuerpo perfecto, una carrera exitosa, la celebridad, una relación exitosa o una familia perfecta. Intentamos imponernos a nosotros mismos la “imagen” que tenemos en nuestra mente, incluso si está lejos de lo que podemos lograr.
Mirando hacia atrás, me doy cuenta de que logré llegar más allá de la imagen que estaba intentando imponerme.
¡Y si! ¡Definitivamente, nuestro verdadero valor reside en nosotros y no en lo que vemos o queremos ver!
Marilena
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