Tiene que ser una broma…

curves

Dicen que una imagen vale más que mil palabras. Y, como pasa con la gran mayoría de refranes, tienen razón. ¿Qué me decís del resabido “a palabras necias, oídos sordos”? Desgraciadamente, hoy ambos nos vienen al pelo.

La conocida firma de moda Zara lanzó hace unos días el cartel publicitario que se muestra arriba, en pos de una campaña “pro-curvas” que ha sido objeto de una fuerte polémica. No vengo a comentar el poco acierto (por usar un eufemismo) que tuvo el responsable del diseño de la campaña, que es más que evidente. Tampoco a reivindicar, una vez más, que las mujeres -y los hombres- tienen que amarse tengan curvas, rectas o una mezcla de las dos: amarse a pesar de ellas, y precisamente por ellas.

Hoy vengo a expresar mi enfado, y espero que todos os contagiéis de él. Creo que no es para menos:

Estoy cansada de aguantar comentarios sobre el físico que debo tener. ¿Quiénes son ustedes para decirme qué y qué no tengo que amar de mí misma? ¿Desde cuándo tienen la potestad de establecer los criterios que me hacen bella o no? Yo estoy guapa cuando a mí me da la gana, faltaría más. No cuando ustedes lo digan.

Estoy cansada de tanta hipocresía: la tolerancia y el respeto se definen por el rechazo a las etiquetas, o eso es lo que a mí me han enseñado. Así, en el ámbito de la imagen y en todos los demás. Ni curvy, ni skinny.

Estoy cansada de escuchar que las personas víctimas de un trastorno de la conducta alimentaria son débiles de voluntad, que carecen de capacidad de esfuerzo, que se “dejan llevar” por sus impulsos. Yo diría, más bien, que este mundo no les deja hueco. Que las somete a pruebas absurdas con la falsa esperanza de alcanzar el éxito, que nunca llega. Nunca.

Estoy cansada de tantas cosas… De que la ropa esté perdiendo su valor como medio de expresión de la identidad, su parte creativa, de juego… para volverse una celda, que poco a poco va estrechando sus barrotes.

Estoy cansada, en definitiva, de que todo el mundo se tome la libertad de opinar sobre mí cuando no se lo he pedido. Sobre todo, si lo hace con arreglo a criterios equivocados. Eso ha sido potestad exclusiva, y así seguirá siéndolo, de mi madre y de mí misma. Podré parecerles simplona, cargante, explosiva o más bien anodina; pero en última instancia soy yo quien decide cómo soy. Y cada vez estoy más cansada de los intentos de convencerme de lo contrario.

**

A propósito, creo que las curvas que más se echan en falta en la imagen no son aquéllas a las que me vengo refiriendo en estas líneas… ¿O acaso, Sres. Publicistas, la sonrisa no es curva?

Clara (que normalmente sonríe pero hoy, está enfadada)

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