Todos los días

Veo mujeres y hombres todos los días, muchos. Me atrevería a decir que a veces, incluso demasiados. Y oye, hay de todo. Los hay con un aspecto envidiable (anda, que menuda palabrita hemos escogido), con un encanto especial, con mucha iniciativa y muy ocurrentes… o con nada en absoluto. Quiero decir, con nada que a mí me llame especialmente la atención. Y al revés, claro: a mí me ven al día muchos hombres y mujeres, mogollón. Seguramente algunos pensarán que soy tonta del culo y visto fatal, otros me tendrán por una chica un poco rara (pero simpática) y unos pocos insensatos dirán que soy la bomba.

Lo cierto es que me ha costado mucho aprender a estar en paz con el hecho de que no puedo gustar a todo el mundo, ¡es más! De que no merece la pena invertir tiempo en intentarlo. Lo que ahora me resulta liberador, incluso interesante (qué aburrido si todos respondiésemos siempre a las expectativas de los demás, ¿no?), antes se me hacía muy doloroso. Estaba convencida de que quererme pasaba por convencer a los demás de que merecía la pena que me quisieran. El “bicho” (parafraseando a Ester) me tenía aterrorizada, me engañaba.

La contradicción es inevitable. Los trastornos de la conducta alimentaria son el bicho más tramposo que he conocido, te atrapan en una espiral que empieza y termina por ti: si no gustas es porque no te sacrificas lo suficiente, si no te sacrificas eres una mierda, y así jamás le vas a gustar a nadie. Tienes que ser perfecta, da igual a quién tengas delante, no importa que no le soportes. El otro no es importante, el bicho lo utiliza para convencerte de que no sirves, de que has fracasado, de que tendrás que volver a sus brazos irremediablemente. Y cuando tienes éxito, cuando crees que por fin tienes derecho a un respiro, vuelves a caer en la trampa, que no se acaba nunca. El sacrificio cada vez debe ser más grande.

La anorexia teje sus redes sin tenerte en cuenta; así que tendrás que hacerle frente con esta pregunta: ¿y a mí, qué? Cuando me sacrifico no lo hago para gustar, sino porque creo que es lo correcto. Y eso dice mucho más de mí que de ti. ¿Por qué debería tener en cuenta tu opinión por encima de la de todos los demás? Los trastornos de la conducta alimentaria adolecen de muchos puntos débiles, que se resumen en uno: no responden a la lógica. Son el mal, por el mal. Y contra el mal por el mal no valen medias tintas, hay que ir a por todas.

Para ser feliz y hacer felices a los demás no hay que sacrificarse a una misma.

Sin una misma, no hay felicidad que valga.

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No caigas en la trampa.

Clara

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